se levantará y el aire suyo viajará un poco abajo de la cama, hacia las cortinas, al temblor de sus manos y nariz. se imagina un violín, y abre la persiana. imagina las cadencias, y se viste. cuando la mente y el alma despiertan piadosas, está descalzo pasando por la puerta. se lleva la taza.
percatado de las demás habitaciones, ahí está, más espacio y más solo. la única poesía que convierte la soledad en un diálogo con las luces y el aire es su música mental.
aunque era septiembre y planeaban muchos encuentros, prefería usar el tocadiscos solo. mirarse en el espejo con gotas de dentífrico, ellas son las únicas acompañantes. ¡qué tango desgarrador!
sigue descalzo, ya está, algo viró repentinamente, desde su mente la música es distinta. se vuelca la autodestrucción, y sale del departamento.
el fantasma imaginero se congela los pies,
baja, corriendo, las escaleras, y llega a la vereda pedregosa.
el sol. camina. algún pajarito lo mira mientras se clava abrojos en las plantas.
ahora está mentalizando los trinos y camina alado a no sé dónde.
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