Ella pensó saber la respuesta. creyó que los carozos podían quedarse eternamente. todos los duraznos que recordaba eran distintos. acidez, dulzor, suavidad, pero un carozo. por eso los guardaba, en una lata. se secaban con el tiempo y el olor frutal desaparecía. día tras día ella abre la lata. los carozos contados.
una noche, acercando su nariz al tesoro, escucha de algún lado una advertencia. tal era la estupefacción que no se percató del origen desconocido del sonido...
"¡cuéntalos, cuenta los carozos!"
ya iba a dormirse, pero sus ojos se tornaron saltones nuevamente. alejó su rostro de la abertura de la lata y lentamente la volteó. los tesoros cayeron sobre las sábanas de la cama. uno de ellos rodó hasta alcanzar el muro de la piel. Ella lo volvió a su lugar, carozo travieso. comienza a contarlos. "¿por qué le hice caso a esa voz?¿quién era?" no obstante su mente viró (real love)
comenzó a pensar en los carozos de antaño, los humedecidos, los perfumados, con restos de vida o posibles indicios de ella. "qué muertos que se encuentran ahora! debería haberlos tirado, o enterrado. qué lata opresora, qué acto inconsciente, mi mente es posesiva,¿ lo es también el corazón? pobres corazones locos indefensos"
bombacha, camiseta blanca, carré despeinado, ojos llenos, palabras flotantes, amor beatle. ella se levantó haciendo que los carozos se muevan vertiginosamente. los juntó todos, los introdujo nuevamente en la lata, ésta, ahora con función diferente: ahora es cual viento transportador de las hojas, y las manos sostenedoras, una especie de diosa mórbida.
en la cocina. su macetero en la ventana. revolvió la tierra y los apoyó delicadamente sobre ella. los tapó, y así comenzaba a sentir esas cosas agridulces que le penetran al hombre en los momentos extraños, de amor completado e interrumpido a la vez.
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