pero su corazón raquítico
hastiado de libros de autoayuda
anhela encontrarse
con el cuero cabelludo tibio
acariciarlo
con la boca seca
humedecerla
con pómulos rosados
acostumbrarlos
con filosofías volátiles
descubrirlas.
librado de los días
los días de la realidad coherente
se vuelve hacia la noche
mordedora
y
merecedora
de la cuota de sopor
que de vez en cuando
un hombre necesita.
las fiestas lo disfrazan
él padece de muchos atuendos,
inconsciente fulgura entre los cuerpos
para separarse después
caminando por la calle con tristeza matutina.
el alba lo ilumina
y un espíritu entre la niebla
se vuelve hacia su anhelo
y lo ama mientras llora.
el hombre sudoroso
muere
sin belleza alguna
que haga explotar todas las cartas y las caricias
los hermosos pozos ciegos y los ojos
que reviren su mente
de la ciénaga a los jardines.
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