vivía en esa calle,
una mujer
anegada de pensamientos típicos de esquizofrenia.
su locura le hacía pisar cada hoja naranja de otoño
decirles hola
y rasgar con el paso cada corteza.
guardaba todas las maderas naturales de la cuadra;
su vestido rayado hasta los perfumes de la estación impregnaba.
ella una vez desnuda
se lleva la tela a la nariz y percibe el aroma amaderado;
más lágrimas en su piel bajan.
tiende su vestido en la silla de paja
se sonríe porque cree que es bueno reirse de ella misma.
sueña con la copa de los árboles
y habla con las estufas
cuenta las flores paradas en su mente
y canta otra vez a sus fantasmas otoñales.
tu capullo de locura se abre cual ave precursora del primer viento,
como alegre vehemencia y esperanza secreta.
percibes esta vez
para no ver.
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